A los que se olvidaron de mi cumpleaños... arderéis en el infierno (con cariño y amor)
Vaya título que me he currado. De hecho aún no sé de que voy a hablar, pero el título daría para un nuevo blog con un sinfín de nuevas, sesudas e importantes reflexiones paridas por esta mi mente, la cual intenta adaptarse cada nuevo día al mundo que la rodea.
Tengo que hablar, entre otras cosas, de que ahora que comienzo una nueva edad, un nuevo año, pues la verdad, que me sienta de cojones, al menos a mi poco estimulado cerebro le está viniendo bien. Quizá porque los treinta han sido una edad maldita, quizá porque me la tomé muy a pecho, quizá porque no fue un gran año, aunque bueno, ha habido momentazos también, en los cuales no me voy a extender.
Este nuevo periodo lo afronto con una energía más positiva, en general, y al mirar para atrás flipo. Flipo con muchas cosas. ¿Qué fue de Don Pimpón? ¿Se fue de viaje con Chema, el panadero, y no volvió? Después nos la intentaron colar con Yuppi y sus mundos de mierda. Astrako, el sustituto de Don Pimpón, no tenía ni la mitad de glamour de su cacoso predecesor. Además, ¿quién coño se acuerda de Astrako o de Yuppi, o de su puta madre? Ahora mola más. Después de comer puedes ver mierda de distintos colores en muchos canales, incluso mierda repetida, y sin necesidad de recurrir al vídeo de las chicas y la copa, súmum del humor más fino e hilarante.
Conste que yo sigo blasfemando, e incluso más alto y más definido que antes. Los que me conocen saben que no soy muy fino en mi discurso hablado. De hecho, de la pedantería intelectualoide que desprenden mis escritos, hay muy poco en mi conversación (aunque tengo un saber estar, todo hay que decirlo).
Últimamente me ha dado por revisar mis creencias políticas, y joder, a veces alucino con mis ocurrencias, aunque no las voy a contar aquí. Mi "politiqueo" lo dejo para la SGAE y demás pajarracos de la industria que nos castra y perjudica constantemente, y además mi blog no tiene nada de político, ni ganas que tengo. Para eso están los periódicos y demás. Lo que sí que me gusta, y me parece una gran ocurrencia es mi autoafirmación como individuo. El principio de la felicidad, a parte de otras muchas cosas, se establece con el hecho de gustarse a uno mismo, y yo últmimamente me molo bastante, no porque sea cool, ni nada, pero creo que al menos soy coherente con mis principios...
Y creo que ahí se me ocurre la conexión de esta diatriba con el título, y voy terminando:
La cucaracha en sí misma es un bichejo tirando a asqueroso y que nos provoca una cierta repugnancia a todos en general, pero aún así, tiene el suficiente aplomo como para ser uno de los insectos más resistentes y difíciles de eliminar de la tierra que habitamos. Es, con todo, un bicho con las cosas bien claras. El ser humano, a veces, puede ser asqueroso y resistente a la vez, a parte de tener el suficiente aplomo como para pregonar cosas que ni siquiera él mismo se cree. Es difícil de asumir, pero la incoherencia en ciertos elementos que me voy cruzando en mi día a día, les proporciona estos "cucarachos" la esencia de ese glamour que se otorgan a sí mismos, y que de tanto creérselo, acaban asumiendo como suyo, y exudándolo por todos los poros de sus asquerosos cuerpos, y dándonos esa impresión de presunta divinidad. Muy chungo, vaya, porque a veces los hay que engañan, y parece que todo ese glamour es suyo por derecho propio. Otros se descubren nada más aparecer en medio de la escena. Qué rabia, ¿no?. Así que ese es el glamour de la cucaracha, el conseguir ser asquerosa, pero fascinante, como los bichos pseudo-humanoides a los que me refiero, tanto que incluso el gran Kafka, se extendió en hacer una novela sobre un hombre que se convertía en cuca. ¿No es eso glamour?
Por lo demás, y filosofías resacosas a parte, estoy contento de no tener glamour, y de ser, al menos, coherente con mis escasas creencias. Os quiero, y me quedo corto.
Con todos ustedes... el gran Astrako!!!